lunes, 25 de julio de 2011

Toyota Tercel

Vivo en una mini-pueblo cercado por grandes cerros de color café en verano y se ponen verdes en invierno. La vista desde la puerta de mi casa es la parte trasera del Cerro Renca y si tengo que marcar mi ubicación en el mapa, sería en el sector oriente de la comuna de Quilicura, a un paso de la autopista vespucio norte en la Región Metropolitana, Santiago, Chile.
Cuando llegué a este lugar me resigne a dos cosas: separarme de mis amigos y depender de un auto. Es así como tiempo después, por accidente llegó "el delorean" como le dice el Nico, un Toyota Tercel del 99', color celeste platinado, alargado e ideal para familias de cinco personas.
No es un modelo que provoque envidia entre la gente de mi edad, la mayoría prefiere autos del año con olor a tapiz nuevo y parlantes potentes, estética. Pero hoy cuando fui a buscar a mi hermano miré alrededor y me dí cuenta de todas las cosas que han pasado desde hace 1 año.

De partida, ninguno de mis diferentes copilotos ha sabido poner la radio, nadie ha podido pasar lo suficientemente arriba para encontrar la técnica, ni siquiera la Fran. (Na, si hay una excepción, un copiloto bastante viejuno).
 En la guantera existen unos lentes con aumento de poto de botella. Un día aparecieron y nunca he sabido de quien son, y el curioso que comienza a urgatear, siempre pregunta: "usai lentes?".
Mi calefacción y el aire acondicionado no funcionan y hace un sonido extraño. Entonces el que se sube se caga de frío o se caga de calor, yo ya me acostumbré.
En la maleta tengo un closet, y siempre encuentro cosas que creía perdidas, pero cuando las encuentro están pasadas a bencina.
El pestillo de la puerta derecha de la segunda cabina no se abre con el pestillo automático, y es divertido ver la desesperación de los que no pueden abrir la puerta bajo presión a que den la luz verde.
Me he quedado sin batería a lo menos unas 10 veces por dejar las luces encendidas o la puerta abierta, y aún no entiendo cómo se hace el puente para revivir al delorean, los rojos con rojos, negros con negros, no sé donde va cada uno.
Mi copiloto favorito es la Sofi, le gusta que le abra la ventana y saca su cabeza con la lengua afuera, luego de cinco minutos, duerme lo que queda del camino, me hace sentir acompañada. El copiloto que más odio es mi mamá, razones obvias. Y el copiloto que me hace sentir sola es mi hermano, se pone los audífonos y se va durmiendo.
Adoro que mi papá no me haya incorporado un gps, ni nada que registrara las direcciones recorridas, hemos recorrido casi todo santiago a escondidas y hecho otras cosas a escondidas también...

Pero más que nada, en el delorean están impregnadas las risas de toda la gente que se ha sentado en él, tantos momentos gratos, previas, idas al campo, miles de secretos que se han hablado, miles de copuchas y miles de cuentos. Me puse gay y parece que rechazaré la oferta que me hizo mi papá de cambiar el delorean, creo que me da un poco de estilo, el celeste me combina, es una de mis características peculiares, la Fran y su auto, la Fran y su delorean, sería entretenido que puedieramos viajar al futuro.





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